miércoles, 27 de febrero de 2013

Javier Fernández Calles

Soy uno de los dos jóvenes. Utilizo mi seudónimo Denilight Fireheart, que algún día llegaré a explicar con alguno de mis relatos. Soy un chico de 16 años cuya mi pasión es la lectura y escribir, tengo varios proyectos activos y en cuanto pueda los iré subiendo.

Perdón si a veces tardamos mucho en subir contenido pero es que crear historias no es nada sencillo.
Dejar volar la imaginación.

domingo, 17 de febrero de 2013

Mascarada


Por Tamara Alonso Agudo 

-Solo digo que si contrata nuestros servicios se podrá ahorrar hasta un treinta por ciento en la factura de su móvil, escuche- el tele-operador paró de hablar por un instante, justo entonces sonaron dos disparos- oiga, oiga, ¿qué ha pasado? ¿Se encuentra bien?- el tele-operador no obtuvo respuesta, sonó un crujido y se cortó la comunicación.
Mike, Tomy, Jeff y Lisa estaban escuchando la grabación del momento en el que se produjeron los disparos en una centralita de compañía móvil.
Los cuatro eran agentes federales, Michael “Mike” Collins era el jefe del equipo, a los ojos de sus compañeros era un triunfador, realmente le admiraban. Había escrito varios libros con los que había hecho una notable fortuna, además en su trabajo era el mejor, siempre tenía razón y ninguno de sus compañeros le había visto equivocarse con un sospechoso, sabía cuando mentían y si él decía que alguien era culpable es que lo era. Si no había pruebas que lo incriminaran entonces se ponía al trabajo y no descansaba -ni dejaba descansar a los demás- hasta encontrarlas. Nunca hablaba de su vida personal y tenía razones para ello, razones que sus compañeros jamás llegarían a adivinar.
Le mandaron la grabación a Amy, la científica forense y, efectivamente, ella confirmó que se trataba de disparos reales y que sospechaba que el crujido podría ser el sonido del móvil al chocar contra el suelo.
Amy McCallum era una chica alocada y divertida, a primera vista no parecía una científica forense ya que su aspecto era el de una universitaria rebelde y no el de una empleada del gobierno. Además vestía de forma extravagante y en su laboratorio siempre sonaba la música a todo volumen, lo que hacía dudar de su profesionalidad a quien no sabía de ella. Pero nada más lejos de la realidad, pues sus compañeros, que la conocían de verdad, sabían que Amy era la mejor en su trabajo, la más eficiente, rápida y además siempre estaba disponible porque trabajaba doce horas diarias.
Lisa averiguó el domicilio en el que vivía el propietario del teléfono móvil, un marine llamado Bradley Scott, y los cuatro se desplazaron hasta la dirección dada. Una vez allí llamaron a la puerta, nadie abría ni se escuchaba nada, Jeff miró por la ventana y vio un cuerpo, yacía boca abajo tendido sobre un charco de sangre.
Jeff Langer era el siguiente después de Mike con mayor rango y no paraba de repetírselo a sus compañeros, sin duda alguna era un buen agente aunque sus bromas no siempre eran bien recibidas por parte del equipo. Admiraba mucho al actor Sean Connery y continuamente le imitaba actuando como en alguna de sus películas. Además de actuar el agente Langer también cantaba canciones de Frank Sinatra, a quien llamaba “ojos azules”. Jeff era como un niño grande y sus compañeros siempre le veían vaguear pero a la hora de la verdad muchas veces había obtenido más información que ellos, algo que nunca llegaban a explicarse. 
Lisa Burton era la última incorporación al grupo, había estudiado en el M.I.T. informática y matemáticas, era como un hacker en versión legal -excepto cuando Mike le hacía romper las reglas-, formaba un gran equipo con Amy y ellas dos habían resuelto cantidad de problemas informáticos, además de desencriptar mensajes, documentos, direcciones, etc. Antes de comenzar a investigar crímenes con el equipo de Mike, Lisa había pertenecido a una sección de operaciones secretas en las que además de ofrecer sus capacidades como informática, había ejercido como francotirador obteniendo unos excelentes resultados.
Tomy llamó a David, el médico forense, mientras Mike, Jeff y Lisa tomaban las fotos del escenario del crimen y examinaban la casa en busca de pruebas.
Tomy Werth era el músculo del equipo, sabía cuatro tipos de artes marciales y te podía tumbar en el suelo sin ni siquiera darte cuenta, era silencioso, rápido y muy efectivo. Además de poseer unas increíbles habilidades para la lucha, tenía memoria fotográfica y estaba intentando aprender algunos aspectos de informática desde que comenzara su relación con Amy, la científica forense, desde hacía ya cinco meses. El agente Thomas era además simpático y bien parecido, caía bien a todo el mundo. Pertenecía a una familia millonaria de la que heredaría una gran fortuna cuando, según sus padres, honrara a su familia trabajando en un lugar en concordancia con su posición social, algo que Tomy ni siquiera había llegado a plantearse.
Al lado de las esquirlas de cristal de una mesita de café encontraron un móvil aplastado, aunque tal vez Amy pudiese salvar la memoria del teléfono. Había signos de lucha en la habitación, los pedazos de cristal esparcidos por la alfombra, algunas marcas de defensa en los brazos de la víctima y otras tantas en sus nudillos de golpear.
Después de veinte minutos el médico forense, el doctor David Sanders, llegó junto con su ayudante Ryan Wells.
El doctor David Sanders era un veterano en la agencia, ya tenía la edad de jubilarse pero insistía en seguir trabajando. Además de ser un excelente forense también se había licenciado en psicología, así cuando se necesitaba, trazaba perfiles de asesinos para facilitar su búsqueda. David poseía una mente enciclopédica que más de una vez había ayudado a resolver casos. Su manera de trabajar incomodaba a algunas personas pero sus resultados eran excelentes. Pero por eso mismo fue difícil encontrar un ayudante hasta que apareció Ryan. El doctor Sanders no estaba casado, cuidaba de su hermana que tenía una enfermedad incurable y de sus dos gatos persas  Héctor y Amanda.
Como cada día, el doctor y su ayudante llegaban discutiendo, esta vez era sobre las calles y su nomenclatura. Ryan sacaba la camilla para el cuerpo mientras David cogía su equipo, cuando los dos estuvieron dentro de la casa, se dispusieron a dar la vuelta al cadáver. Para su sorpresa y la de todos, era un puñal el arma que había acabado con la vida de aquel joven y no las balas de una pistola. De todas maneras revisaron milímetro a milímetro el cuerpo del marine sin encontrar orificio alguno que hubiese podido producir un balazo, tampoco había rastro de casquillos en la habitación. Pero debían ser concienzudos, además si Amy decía que los disparos eran reales es que de verdad lo eran, así que se pusieron manos a la obra y, utilizando una sofisticada técnica con una luz especial comprobaron desde dónde se realizaron los disparos, era a pocos pasos del cadáver.
Lo descubierto hasta ahora estaba complicando todo, las cosas no encajaban. Sabían que este caso les llevaría de cabeza y que necesitarían emplearse a fondo para descifrar todo el embrollo pero a todos les gustaban los retos y debían encontrar a un asesino.
Trasladaron el cadáver a la morgue, donde el doctor Sanders haría la autopsia, y las evidencias encontradas al garaje de pruebas. Lisa buscó la hoja de servicio de Bradley Scott como era habitual, cuando vieron la fotografía de la hoja comprendieron que esto se complicaría aún más si cabe. El marine que aparecía en la fotografía de la hoja de servicio no se correspondía con el cadáver del depósito.
Bajaron a autopsias, tomaron las huellas dactilares de la víctima y las cotejaron con una base de datos. Mientas esperaban un resultado avisaron de que el muerto no era Scott para no darle la noticia de su fallecimiento a su esposa, Stefanie Scott, que estaba de viaje. Pero si que la avisaron de que debía ir lo más rápido posible a la agencia para hacerle unas preguntas.
Llegó a las instalaciones, Mike y Tomy le indicaron la sala de reuniones. Le informaron de lo sucedido y le dijeron que tenían que hacerle unas preguntas pero que no tenía por qué preocuparse ya que eso era habitual en una investigación. Preguntaron su paradero durante el suceso y si tenía alguna idea de dónde podría estar su marido, ella facilitó el nombre del hotel de New Hampshire y respondió negativamente a la segunda pregunta. Cuando le enseñaron la fotografía del cadáver aseguró no haberlo visto nunca, aunque Mike estuvo seguro de que la mujer mentía. Dejaron el por qué de la mentira para más tarde y comprobaron su coartada para la noche del viernes al sábado, vieron también sus llamadas, había hecho una llamada a su marido un cuarto de hora antes de la muerte del desconocido y tres más después de esa a otro número.
Lisa encontró al dueño del teléfono móvil, era otro marine llamado Johan Craig. Justo en ese momento Amy llegó corriendo con lo que parecían buenas noticias, y realmente lo eran, el cadáver de autopsias era el mismo Johan Craig, al que Stefanie Scott había llamado tres veces antes de su asesinato y al que había asegurado no conocer.
El doctor Sanders ya había terminado la autopsia, era evidente que Craig había peleado con alguien por todas las marcas que tenía en su cuerpo, pero había unas que le desconcertaban hasta que descubrió que fue lo que pasó. Una de las marcas estaba en la cara entre el cuello y la barbilla y las otras eran marcas de quemaduras producidas por un cordón en las dos manos. David averiguó que Craig estaba asfixiando a alguien con un cordón, la víctima se intentaría defender apretando el cuello de su agresor, produciéndole esa marca.
Tomy averiguó que Craig y Scott habían servido juntos en Iraq y que, anteriormente, se habían llamado mutuamente por lo que debían ser amigos. Con esto ya tenían suficientes motivos para interrogar a la señora Scott, pero todavía había más; habían descubierto en los extractos bancarios del señor Bradley Scott una suma extraordinaria de dinero que acababa de recibir. Stefanie se mostró sorprendida de tener que volver y aún más cuando le dijeron que “la entrevista” se llevaría a cabo en la sala de interrogatorios.
-¿Conoce usted a este hombre? –Preguntó Mike ante la sorpresa de Stefanie.
-No, ya le he dicho que no. ¿Por qué me lo vuelve a preguntar? –La señora Scott seguía negándolo-.
-Miente. Este hombre –dijo señalando la fotografía- se llamaba Johan Craig, cabo Johan Craig, ¿le suena?
-Sí, bueno, puede que le hubiese visto una o dos veces, tal vez fuese amigo de mi marido –Mike la tenía acorralada, así que hizo una pausa de unos segundos antes de hacerle la siguiente pregunta-.
-¿Cuándo empezó a verse con el cabo Craig? Señora Scott.
-¿Qué? Yo no, yo no… ¿De dónde se saca eso?- Mike había dado en el clavo aunque Stefanie lo negara primeramente.
-No se moleste en negarlo, lo sabemos. Además, la podemos acusar por mentir durante una investigación criminal.
-Que yo sepa a los sospechosos no se les puede acusar por tal cosa.-Dijo con una sonrisa de satisfacción.
-Usted no es sospechosa -cortó secamente Mike-.
-Si no me van a acusar de nada, tengo cosas que hacer.- Hizo un amago de levantarse.
-¡Siéntese!- Mike comenzaba a impacientarse así que aceleró el proceso.- Podrá irse en cuanto conteste a nuestras preguntas. ¿Desde cuándo se veía con el cabo Craig?-repitió, y le lanzó una de sus típicas miradas, una mirada de hielo, una de esas que hacían hablar hasta al sospechoso más fuerte y temblar hasta al criminal más despiadado.
La señora Scott se dio cuenta en seguida de que responder era su mejor opción. Fue durante una misión en el extranjero de su marido cuando empezó su relación con Craig. Mike empezó a atar cabos y abandonó el interrogatorio dejando a Stefanie boquiabierta. Ordenó que encontraran a Bradley Scott, pero no hizo falta salir a buscarle, se había presentado allí para contar todo lo que sabía.
Bradley empezó a contar desde el principio. Hacía ya tiempo que sospechaba que su mejor amigo en el cuerpo de marines había establecido una relación con su mujer pero no estuvo seguro hasta que un día, poco antes de lo sucedido, les escuchó hablar por teléfono. Decían que ese fin de semana, en el que cobraría la herencia de su tía moribunda de casi un millón de dólares, ella se iría de viaje y Craig le mataría haciéndolo pasar por un robo. Con el poco tiempo que tenía elaboró un plan para ganar tiempo y desenmascararlos, Scott fingiría su asesinato, de manera que dispararía a un chaleco antibalas para no dejar rastro de ellas ya que luego, al analizarlas, se darían cuenta de que no tenían restos de sangre y que él no estaba muerto. Dejaría pasar unos días hasta reunir las pruebas suficientes para que les detuvieran, pero algo en su plan falló.
Craig y su mujer decidieron adelantar la operación, Scott llamó al tele-operador pidiendo que le llamase a cierta hora, cuando este llamó él disparó dos veces al chaleco. Justo en ese momento apareció Craig dispuesto a matarle, Scott soltó el móvil y empezaron a forcejear, sin darse cuenta lo pisotearon, Craig le empujó contra la mesita y las esquirlas de cristal se le clavaron en espalda y en el costado derecho. Aún así siguió peleando, cayeron al suelo, Johan le estrangulaba y Bradley intentaba zafarse de él. En un último intento desesperado de conseguir una bocanada de aire, cogió el puñal que escondía siempre en la cintura. Con todas las fuerzas que le quedaban, aún sin oxígeno, arremetió contra su adversario, notó cómo el cuchillo entraba dentro de las carnes del que poco antes había creído su amigo, sintió como sus manos aflojaban poco a poco su cuello y pudo respirar, tomar el aire que el hombre que ya no reconocía, no podría volver a inspirar, puesto que había muerto.
Mike volvió a la sala de interrogatorios con Stefanie, esta esperaba que la liberase, algo que distaba mucho de su intención, y la detuvo.
Jeff y Lisa acompañaron a Bradley a su casa y este les invitó a un café aunque la casa estaba hecha un desastre. Los agentes Burton y Langer se sentaron en la sala contigua a la cocina mientras Scott preparaba el café. Encendió la cafetera y un olor comenzó a invadir la estancia inmediatamente.
-¡Vaya! Huele a almendras- dijo sorprendido.
-¿Almendras?- se alarmó Jeff- ¡Corred! Tenemos que salir de aquí –los arrastró a la calle y cerró la puerta rápidamente-.
-Se nota que no te gustan las almendras ¿eh? –Se burlaba Lisa sin saber lo que en realidad estaba pasando-. Pero Jeff no le escuchaba, estaba llamando por teléfono a Mike.
-Sí, le han intentado envenenar y de paso a nosotros que estábamos con él. Con cianuro, avisa a Amy. Sí, todos bien. No hace falta, de verdad. Está bien. Adiós.
Jeff comunicó que, lo que en principio parecía el olor de simples almendras, era en realidad cianuro, y que debían esperar a una ambulancia porque Mike quería asegurarse de que no habían sufrido daños.
Alguien estaba intentando matar a Scott, pero ¿quién? Su mujer estaba detenida y Craig estaba muerto. Bradley dijo que Craig tenía una novia, al menos antes de empezar a “salir” con su mujer, así que avisaron a Tomy para que la encontrase. Habían pasado unos pocos minutos cuando ella apareció de la nada con una pistola, apuntaba a Scott a la cabeza y empezó a gritar que Bradley había matado a Johan y que debía pagar por ello. Jeff y Lisa intentaban calmarla para ganar tiempo, aunque no fuera demasiado.
-No hagas algo de lo que después te vayas a arrepentir –le dijo Lisa- suelta el arma y lo hablaremos.
-¡No! Vosotros no hacéis nada. Él le mató y está aquí, libre –dijo. Y disparó.
Afortunadamente, no tenía tanta puntería como rabia acumulada y no hirió a ninguno de los tres. Mike llegó en ese preciso momento, se bajó del coche, se acercó a ella y le leyó sus derechos:
-Tiene derecho a permanecer en silencio, todo lo que diga puede ser utilizado en su contra ante un tribunal. Tiene derecho a un abogado, si no puede costeárselo se le asignará uno de oficio… -Dijo mientras le ponía las esposas -.
Mike la interrogó, le preguntó si sabía que su novio había estado engañándola con la mujer de Scott. Ella se rió y dijo que su novio nunca la había engañado porque ella sabía todo, es más, ella lo había planeado todo.
Scott había contado hacía unos meses a Craig la herencia que recibiría de su tía, Craig se lo contó a su novia y los dos planearon robarle la herencia y fugarse a México (todo un cliché). Él engañaría a Stefanie para luego convencerla de que se iría con ella si conseguía la herencia de su marido. Ella no quería mancharse las manos de sangre y Craig decidió que un hombre más en su lista no cambiaría mucho.
Al fin habían resuelto el caso, así que se marcharon a casa, todos menos Mike que se quedó en su mesa de despacho, a oscuras recordando una y otra vez el mismo momento. Atormentándose para no dejar que el olvido se apoderase de sus recuerdos, para ver en su mente, con total nitidez, aquella escena. Una lágrima escapó de la cárcel de sus ojos y rodó por su mejilla hasta mojar la fotografía que sostenía entre sus manos. El sufrimiento que se acumulaba en su corazón le ordenó recordar una vez más aquel aciago día. Recordó el lejano parque nevado, dos figuras, reconocía a una de ellas. Su mujer, su pelo negro resaltaba entre la blancura de la nieve, estaba de rodillas y gritaba, sujeta por la otra figura, cuya sombra reconoció al instante aunque desearía no hacerlo, era un asesino. Él corría pero no avanzaba lo suficientemente deprisa, era como una pesadilla. Sonó un estruendo, el que se llevaría dos vidas, porque sin ella Michael era un ser vacío. Llegó allí a tiempo de ver como la otra figura desaparecía entre las sombras de los árboles, los guardianes de la noche. La sangre de su esposa teñía de rojo la nieve, la abrazó y lloró sobre su regazo manchándose él también de su sangre.
Con este recuerdo en su mente se durmió, como cada noche, para que cuando encontrase al asesino de su mujer sintiese la misma rabia, el mismo odio que sintió ese día y sus sentimientos no se fueran disipando con el tiempo. Aunque al día siguiente se volvería a poner la máscara de persona feliz y completa, por debajo de ella seguiría siendo el mismo hombre ansioso de venganza, ansioso de ver abandonar la sangre del asesino poco a poco su cuerpo, de ver cómo la vida se le escapa entre los dedos y sus ojos se vuelven vidriosos, esperando una pista, una equivocación, una oportunidad. 

PDF de Mascarada

sábado, 16 de febrero de 2013

La Caída de la Humanidad

por Javier Fernández Calles  

Jean huía rápidamente como si el mismo dios Hermes le hubiese prestado su oficio durante un tiempo; quería escapar del peligro que la perseguía. Su cabello más brillante que el mismo sol se arremolinaba alrededor de su cabeza despidiendo cada cierto tiempo destellos argénteos. Sus ropas se le pegaban al cuerpo debido al sudor y dejaban entrever la estilizada figura de una joven adulta.
A su lado, casi igual de veloz se encontraba Ellion su amigo fiel e inseparable capaz de cualquier cosa por protegerla del más mínimo peligro. Su cabello, color cobrizo le daba un aspecto adulto, aunque en realidad naciera el mismo año que su compañera.
Unas sombras les seguían, sin despegarse de ellos. El poco rastro de humanidad lo habían perdido al perseguir a aquellos jóvenes. No se los podía consideran seres humanos, esas sombras eran el producto de la guerra, el hambre, la desesperación, de la misma oscuridad del ser humano que convierte todo lo que toca en simples marionetas en pos de la necesidad.
Ambos giraron al mismo tiempo a un callejón a una velocidad vertiginosa. Se escondieron en un portal sucio hasta que la amenaza pasó de largo y desapareció. Entonces Ellion dijo con voz entrecortada  y agotada:
-¿Estás bien?
-Sí –contestó con voz temblorosa Jean-. Hemos conseguido evitarles.
Pero estas últimas palabras rompieron en llanto y las lágrimas corrieron por su rostro como enormes gotas de cristal. Lloraba de impotencia y de dolor por los seres queridos perdidos y por la necesidad de sacar el enorme odio que sentía dentro de sí misma.
Ellion la rodeó con sus brazos, permaneció a su lado dándole toda la poca seguridad que podía conseguir y juntos recordaron como sus vidas y las de todo el planeta cambiaron en cinco años; en solamente cinco años.
Hace exactamente un lustro discurría  por el mundo el año 2050; la mayoría de la población vivía cómodamente gracias al dolor de otros. La gente se encontraba por fin tranquila y sin preocupaciones pero la naturaleza caótica y destructiva del ser humano pudo más que las promesas de paz que había en ese tiempo. Estalló una guerra enorme entre los distintos países del planeta, simplemente porque algunos querían ser más ricos aún de lo que eran; esta guerra fue conocida como la Tercera Guerra Mundial y superó con creces las otras dos anteriores en cuanto a muertes y destrucción.
Los avances científicos crearon armas capaces de segar vidas tan rápidamente que nadie hasta entonces había sido capaz de ver tantos muertos juntos. En esos cinco años los humanos se destruyeron a sí mismos y la población mundial mermó considerablemente situándose de los siete mil millones a los dos mil millones. En solamente cinco míseros años.
Los supervivientes tenían que convivir con el hambre, el desorden público y el miedo a las constantes bandas que se dedicaban a secuestrar a gente para venderla como esclavos. Estas bandas eran despojos de la guerra, carentes de humanidad, sombras de lo que en un tiempo llegó a ser el ser humano.
Jean y Ellion eran de estos supervivientes y después de ver cómo sus familias morían se dedicaron a vagar como almas en pena por la ciudad escapando de los constantes cazadores de esclavos y viviendo una aventura para encontrar algo con lo que alimentarse. Pero ellos eran diferentes, no se habían dejado arrastrar por el salvajismo de la época; se habían prometido en lo más hondo de su ser que nunca, bajo ninguna circunstancia, darían fin a una vida humana. Esta promesa les permitía vivir como personas y no como la mayoría de los supervivientes de la guerra, que vivían (si se le puede llamar vivir) como simples bestias sin ningún principio al que afanarse.
Decidieron ir a un pequeño hotel abandonado a dormir y así, resguardarse del tiempo, ya cercano al tembloroso invierno. Allí estuvieron hablando:
-¿Qué va a ser de nosotros?-preguntó Jean.
-¿A qué te refieres?-dijo confundido Ellion.
-¿Dónde vamos a vivir? ¿A dónde vamos?-explicó desconsolada Jean.
Esta conversación había sido mantenida por ambos varias veces a lo largo del tiempo que llevaban juntos y nunca se habían decidido a abandonar la pequeña ciudad de Olympia, al sur de Seattle debido a que no creían que pudiesen estar mejor en otro lugar ya que los dos pensaban firmemente que los demás lugares del mundo también habían sido destruidos. Pero ese día la conversación inacabable dio un giro inesperado para Jean:
-Pues para tu información he conseguido saber a dónde vamos a ir-contestó Ellion a la eterna pregunta de su amiga-Existe un lugar en Alaska llamado Anchorage que según unos rumores recientes dicen que allí todavía existe orden.
Jean se quedó estupefacta y de pronto hizo lo que no había realizado en muchos meses, sonreír. Su alegría fue tal por saber que podían ir a un nuevo hogar, es decir, que tenían una meta que no pudo contener su gozo y se abalanzó sobre su leal amigo y sin contener las lágrimas de alegría se quedó llorando en su pecho. Se sintieron más unidos de lo que lo habían estado nunca porque, por fin, sus almas tenían esperanza de que había un lugar bueno y seguro donde no tenías que vigilar tu espalda constantemente. Así, los dos juntos planearon ir hasta la ciudad del norte desde ese día para ellos conocida como la Ciudad de la Esperanza.
Decidieron ir por caminos y carreteras poco transitadas y alejadas de los núcleos urbanos, para evitar todos los problemas que estas ocultaban en sus polvorientos y destrozados callejones. Avanzaban de noche con el oscuro aliento del viento en sus nucas y sobre sus cabezas miles de motas centelleantes.
Pasaron de largo la enorme urbe, ahora consumida en el más intenso fuego del Infierno, de Seattle y las últimas ciudades del país de Estados Unidos sin detenerse en ellas y, un día, cruzaron la frontera con el país vecino. No solían hablar mucho pero sus corazones estaban unidos en la misma empresa y por eso avanzaban tranquilos y seguros.
Una noche helada vieron una hoguera alta y orgullosa en el centro de un claro de un bosque por el que pasaban. Se fijaron a ver quiénes eran y pudieron conocer que los que se encontraban allí eran cazadores de esclavos. Podían haber pasado de largo y así evitarse múltiples problemas pero el destino, o simplemente la casualidad, quiso que Ellion se fijara un momento en ese lugar y se quedó quieto con una firme idea dentro de su mente.
-¿Qué pasa?-preguntó preocupada Jean-.Vámonos de aquí, pueden oírnos.
-No podemos abandonar a los que tienen retenidos-contestó susurrando su compañero-. Fíjate.
Jean posó su clara mirada en el grupo del despejado claro y advirtió que la mayoría de los secuestrados eran mujeres ancianas indefensas y niños muy pequeños; además a los cazadores, esta situación les parecía bastante divertida y continuamente se dedicaban a burlarse de sus “presas”. Entonces Jean entendió lo que Ellion quería decirle y por su propia forma de ser decidió ayudarle.
-¿Entonces qué vamos a hacer para liberarlos?-preguntó en el mismo tono que su amigo antes.
-Los traficantes de esclavos están armados-contestó Ellion-. Pero tal vez logremos distraerlos.
-¡Ya lo sé!-dijo alegremente Jean, aunque rápidamente se tapó la boca por temor a que la escucharan-.Podríamos quemar parte del bosque y, así, con la confusión la gente podría huir.
Ellion asintió de acuerdo con su amiga y en susurros idearon el plan para ayudar a esa pobre gente. Encendieron llamas por todo el bosque y de pronto la desorganización del claro fue evidente: todos, tanto traficantes como traficados, querían huir del terrible baile de fuego que se iba a convertir el claro. Los cazadores de esclavos corrieron hacia todos los lados dejando a las mujeres y niños secuestrados sin vigilancia.
Jean había planeado esta cobardía de los traficantes y guió a las mujeres indefensas y niños a zonas más seguras lejos de sus terribles captores y del llameante bosque.
Mientras tanto Ellion se estaba encargando de asegurarse de que los traficantes no intentaran recuperar su “mercancía”. Su importante misión la llevaba a cabo escondido pero, ya fuera por su mala atención en esta habilidad o por la penetrante vista de un cazador, fue descubierto.
El cazador se abalanzó junto con su enorme daga sobre Ellion pero este ágil como una pantera logró esquivarla y en otro movimiento que habría sido la envidia de un guepardo, le sujetó la muñeca fuertemente, como si su mano fuera una garra de acero, y consiguió que el cazador soltara su aguda arma. Pero este demostrando que no tenía nada que envidiar de la rapidez de Ellion, le golpeó salvajemente.
Se sucedieron una larga serie de golpes hasta que, por fin, Ellion consiguió que su enemigo se encontrara tumbado en el húmedo suelo completamente indefenso. Pero Ellion fiel a su promesa no acabó con su vida y lo dejó marchar.
Ellion se encontraba exhausto y magullado por los terribles golpes del cazador, se apoyó en un árbol pero, de repente, se sintió observado. Giró su cabeza y se encontró con un chico probablemente de su misma edad, de pelo rojo como el mismo fuego que quemaba el bosque y de ojos negros como el azabache.
Ellion desconfió de él por su mirada, fría y maliciosa, su postura era extraña desgarbada y natural pero estaba completamente fuera de contexto en un bosque en llamas y tenía un ligero aire de desdén. Ellion se sentía irritado por su presencia y pensaba gritarle para que se fuera pero, súbitamente, apareció Jean.
-Ya terminé-dijo, contenta, pero al ver el lastimoso aspecto de Ellion, le preguntó preocupada-. ¿Estás bien?
-Sí, no te preocupes-contestó alegre Ellion por tenerla cerca-. Pero vámonos que esta zona puede ser peligrosa.
El misterioso de pelo ardiente se acercó al oír estas palabras y les dijo con palabras suplicantes:
-¿Os vais? ¿Puedo ir con vosotros?
Jean y Ellion se miraron, Ellion desconfiaba de él pero no tenía ninguna prueba y además era demasiado bueno para rechazarle, a Jean no le parecía ni bien ni mal y creía que con suerte les ayudaría así que decidieron admitirle en su grupo.
-Bien, te dejamos venir con vosotros-respondió Jean
-Vámonos-ordenó autoritariamente el recién llegado y empezó a caminar.
-Pero… ¡¡si no nos has dicho ni tu nombre!!-gritó Ellion cada vez desconfiando más del chico pelirrojo por su extraño comportamiento.
-Soy Phoenix-contestó fríamente-.Y vámonos.
Y así, con un nuevo miembro en su grupo, reanudaron su viaje en busca de la Ciudad de la Esperanza.
No hablaban mucho y por más que lo intentaron no consiguieron más información acerca de Phoenix. Sus caminatas eran largas y silenciosas porque con la llegada del misterioso acompañante, Jean y Ellion, habían dejado de hacer sus típicas conversaciones y en poco tiempo la atmósfera del grupo era pésima.
Muy pocos días después de encontrarse con Phoenix, llegaron a la ciudad Vancouver, si se podía seguir llamando ciudad a eso. Desde una pequeña colina observaron las ruinas de una gran ciudad completamente destruida y negra lo más probable por una bomba nuclear y su aspecto se asemejaba al de miles de ciudades del mundo, ruinas negras y quemadas sin ningún rastro de vida y todos sus habitantes en otro mundo muy lejano.
Jean no pudo contener las lágrimas y se abrazó a su amigo Ellion y lloró allí largo rato. Mientras tanto este intentaba consolarla y miraba apesadumbrado las ruinas de Vancouver y pensaba en la barbarie que había cometido la humanidad destruyendo millones de vidas y cómo había perdido a todos sus seres queridos. Ajeno a todo eso Phoenix se encontraba aburrido, dibujando garabatos en la tierra calcinada. Hicieron caso a Phoenix y abandonaron la colina junto con las vistas horribles que poseía.
Continuaron su viaje hacia el norte, más rápidamente de lo que lo habían hecho antes porque no querían ver más espectáculos como el de Vancouver. Sus conversaciones eran prácticamente nulas y solo se comunicaban entre ellos para decidir dónde debían dormir. A veces pasaban hambre pero conseguían encontrar algún pueblo abandonado donde lograr su sustento.
Unas semanas después de partir de Vancouver llegaron a Kamloops; una ciudad fría y habitada únicamente por unos pocos hombres y mujeres grises, es decir, sin ninguna esperanza de mejorar. Jean y sus compañeros estaban hambrientos y completamente exhaustos; parecían muertos que caminaban por las calles.
-Tenemos que comer algo, ¡me muero de hambre!-dijo débilmente Jean.
-Y también necesitamos un lugar donde refugiarnos y dormir-pronunció Ellion con la voz igual de cansada que la de su amiga.
-Nos tenemos que dividir: Ellion, tú buscarás comida; Jean, tú también y yo buscaré un refugio-les propuso Phoenix.
Ellion se mostró reacio a obedecer sus órdenes pero como no tenía otra propuesta la acató sin protestar. Así, los tres se separaron.
Pero Jean estaba preocupada por lo que pudiera pasarle a Ellion, últimamente no se hablaban mucho pero, aún así, a Jean no le gustaba que su más querido amigo estuviese solo en una ciudad tan peligrosa. Por eso decidió seguirle.
Ellion entró en un supermercado destrozado sin percatarse de que Jean lo seguía. Buscó por todos lados pero no había ningún alimento ya que los habitantes de la ciudad se habían encargado de cogerlos todos. Le pareció ver una lata debajo de una estantería y se agachó a cogerla.
Jean le observó oculta, sus ojos poseían un brillo especial al mirarlo. Súbitamente un hombre surgió detrás de Ellion. Llevaba en su mano un cuchillo enorme y trazando un arco con la mano lo dirigió al corazón de su amigo. Jean podría haberlo avisado pero el miedo se lo impidió y pensaba que su amigo iba a perecer allí mismo pero en el último instante, gracias a un golpe de suerte, Ellion esquivó el golpe y cada uno de los contrincantes se abalanzó sobre su contrario.
Jean observaba la maraña de cuerpos donde se encontraba su amigo. Ella seguía completamente inmóvil y vio cómo el acero cortaba la carne y unas gotas de líquido escarlata caían al suelo seguidas por un chorro que lo salpicó todo, su cuerpo perdió las fuerzas y quedó tumbado en el suelo completamente quieto, todavía cálido pero ya sin vida.
Ellion se encontraba junto al cadáver de su enemigo con el cuchillo ensangrentado aún en sus manos. Jean se alegró de que su amigo no fuese el muerto pero esa alegría fue consumida por la furia que la recorrió y la llenó hasta lo más hondo de su ser. Su amigo, su más fiel amigo había roto la promesa más sagrada que se habían hecho, su repugnancia por él fue enorme y todo el amor que hacia él había sentido se desvaneció en un momento. Sin pensar en nada más dejó su escondite y se acercó a su compañero cubierto de sangre; Ellion al verla primero se sintió desconcertado y después aliviado porque pensaba que su amiga le ayudaría pero cuando Jean estuvo cerca de él levantó su mano y le cruzó la cara con una sonora bofetada.
-¡Eres un salvaje asqueroso! ¡¿Cómo has podido hacer esto?!-preguntó con lágrimas en los ojos Jean.
-Pero...-intentó contestar Ellion.
-¡No quiero saber nada más de ti, eres un traidor que rompes tus promesas!-gritó furiosa Jean-. ¡Ni se te ocurra volver a mi lado, desde ahora te quedas solo!
Dicho esto se marchó corriendo llorando por perder a una persona tan amada. Ellion se quedó allí desconcertado por cómo había pasado todo y decidido a hacerle comprender a Jean que él no lo quería haber matado, que había sido un accidente y por ello decidió seguirla y así, al mismo tiempo, protegerla.
Jean volvió todavía muy enfadada con Phoenix y le gritó que se marcharan de aquí, Phoenix desconcertado la obedeció y al ver que Ellion no estaba se imaginó que se habían separado; sonrió maliciosamente ya que ahora todo sería más fácil sin él.
Jean y Phoenix continuaron su viaje. No se dirigían la palabra ya que Phoenix le contestaba a Jean con monosílabos a cada pregunta que esta le formulaba; Jean odiaba esta actitud de Phoenix y a pesar de que odiaba a Ellion no podía parar de pensar en él por mucho que le doliera.
Estuvieron caminando semanas enteras los dos en silencio y pasando un frío enorme pero por fin un día llegaron a la ciudad de Prince George y, a pesar de que era un lugar triste y helado, agradecieron llegar allí. Phoenix parecía extrañamente contento de haber llegado a esta ciudad y a Jean le resultó extraño pero, como parecía más contento que de costumbre, lo agradeció.
Estuvieron allí mucho tiempo a pesar de que Jean quería continuar su viaje Phoenix mantenía excusas incoherentes para poder permanecer en esa ciudad; Jean le presionaba para que continuaran pero Phoenix la retenía. Hasta que un día vieron venir un grupo de cazadores de esclavos a la ciudad, entontes dijo Jean furiosa:
-¡Ya estoy hasta de permanecer aquí! ¡Nos vamos!
-No nos vamos –contesto tranquilamente Phoenix -.Te quedas aquí.
-Pues adiós yo me voy aunque sea sola.
- ¿No te has dado cuenta todavía? Estas aquí conmigo porque te necesito-dijo casi riéndose Phoenix-.Simplemente me uní a vosotros porque lo que quería era librarme pronto de ese imbécil y luego simplemente venderte. Podrás hacerme rico con lo guapa que eres.
Mientras decía eso le pasó suavemente el dedo índice por el rostro y mostraba un sonrisa malévola.
Jean se quedó petrificada bajo esa confesión. Nunca habría imaginado que lo que Phoenix quería era venderla como esclava, la invadió otra vez la furia que había experimentado con Ellion e intentó huir de la habitación pero Phoenix como si fuera un perro de caza la sujetó fuertemente y no dejó que se marchara.
-No intentes huir-la amenazó.
Entonces para asegurarse de que no huía la ató y se dedicó a abofetearla. Jean entonces perdió toda esperanza de llegar a Anchorage y fue la peor sensación que podía haber experimentado. De pronto se transformó en otra de las tantas mujeres grises que había.
Pero para su esperanza Ellion, no la había abandonado, les había estado siguiendo todo el camino, siempre oculto de sus miradas, escondido entre árboles o agachado tras un arbusto. Durante todo este tiempo había vigilado sin descanso a Jean, protegiéndola. A pesar de lo que sucedió Ellion la seguía queriendo y pensaba mantenerla segura más que nada en el mundo. Durante toda la conversación había estado detrás de la puerta, espiándoles todo lo que se decían. En cuanto oyó la confesión de Phoenix abrió la puerta como un huracán.
Phoenix estaba completamente sorprendido, le miró con una extraña expresión en su cara. Se abalanzaron el uno sobre el otro, golpeando su cuerpos con salvajes movimientos pero el chico del pelo de fuego no pudo contra la verdad y el valor de Ellion y pronto se encontró en el suelo, aturdido e inmovilizado.
- ¡Vete!- le gritó Ellion- No queremos verte nunca más, no te vuelvas a acercar.
Phoenix salió corriendo, con la cara encendida y cojeando pero se marchó rápidamente mientras maldecía entre dientes.
Jean lo había observado todo y se había quedado estupefacta al ver a su antiguo amigo surgir de la nada y como un héroe de cuento salvarla. Le invadieron sentimientos contradictorios.
- Jean…- pronunció lentamente Ellion mientras la miraba con ojos llenos de ternura- Yo…
Ella le hizo un leve gesto con la mano para indicarle que permaneciese en silencio. Estaba confusa: por una parte, le seguía odiando por matar a aquel hombre y por otra parte, quería quedarse con él ya que era su amigo y la había salvado de caer en la garras de la desesperación. No sabía qué hacer, era todo tan extraño no se quería imaginar como habría sido su vida si Ellion no la hubiese salvado pero le costaba estar a su lado.
Entonces miró a Ellion a los ojos y vio todo el cariño que hacia ella sentía, se dio cuenta de que Ellion no había querido matar a ese hombre, si no lo hubiera matado accidentalmente, lo más probable es que el muerto hubiera sido Ellion y ella se encontraría completamente sola, se dio cuenta de que su amigo estaba destrozado por la muerte de aquel hombre, no habría querido matar bajo ningún concepto y el brutal mundo en el que vivían lo había obligado a cometerlo. Jean se levantó y sin dejar que Ellion pronunciara ninguna palabra lo besó y por medio de ese beso ambos compartieron más que con todas las palabras del mundo.
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Habían llegado, es lo que pensó Jean, cuando vio la maravillosa y ordenada ciudad de Anchorage; por fin habían llegado. La ciudad presentaba un aspecto acogedor algo que no se podía decir de las demás ciudades del mundo. Jean estaba muy contenta pero ahora tenía otra cosa que cumplir junto con su querido Ellion; ellos y los habitantes de la ciudad intentarían que la humanidad se recuperara de su gran error, que consiguiese llegar a un mundo donde la paz y la fraternidad reinasen. No sabían si lo conseguirían, pero lo intentarían y así a sus corazones no les faltaría nunca ni luz ni esperanza.            


PDF de La Caída de la Humanidad


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lunes, 11 de febrero de 2013

Presentación

Somos dos jóvenes que simplemente pretendemos dar un poco de luz a este mundo, mediante la imaginación. Nunca viene mal soñar un poco, conseguir tocar el mundo de la fantasía y la literatura y volver a la realidad con energías renovadas. Queremos ayudarte a conseguir eso, llorar, amar, odiar, gritar, reír pero sobre todo pensar. 
Nos gusta escribir relatos, algunos más largos y otros más cortos pero esperamos que todos os gusten y ayudéis a construir un mundo, el de la Imaginación.